A pesar de que la democracia colombiana se precia de ser la más antigua y celebrada de América Latina, la aniquilación de la diferencia y el desprecio por la alteridad en la vida política, se encuentran en la génesis del conflicto armado y la violencia. Tanto así, que en diferentes períodos de la historia de nuestro país, las posibilidades de una paz estable y duradera, se han desvanecido en negociaciones fallidas y en el recrudecimiento de la violencia, gracias a la intolerancia y a la persistencia en la utilización de las armas en el ejercicio de la política y las disputas por el poder.
Tal es el caso de la Unión Patriótica, un partido político fundado en 1984 como resultado de los acuerdos de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y las FARC, para poner fin a un prolongado conflicto que había desangrado al país durante décadas. Apenas un año después de su entrada en la escena política, los primeros éxitos electorales de la UP se vieron empañados por los violentos episodios de muerte y persecución que comenzaron a rodear la actividad política del recién creado partido. En poco menos de seis años, más de tres mil miembros del partido, entre los que se encontraban candidatos presidenciales, congresistas, diputados, alcaldes, concejales y militantes, fueron asesinados sistemáticamente como una brutal demostración del rechazo a la diferencia y a los valores de una verdadera democracia.