El despertar
“La ciudad más violenta del mundo”, nos dijeron. Falsa ilusión de paz tras la muerte de Escobar, pues esta guerra no se fue con él, solo se transformó, otros ocuparon los dominios del capo y la violencia se extendió hasta lugares insospechados. Continuamos en Medellín sitiada y no nos rendimos: la vida sigue a pesar del narcotráfico y la violencia. Nos sacudimos y despertamos: ¡hay que hacer algo!
Rompemos fronteras invisibles con comparsas, danzas y denuncias. Desafiamos el régimen del silencio con poemas, conversaciones y canciones. Frente a los toques de queda y la opresión de los violentos, nos atrevemos a encontrarnos y potenciar la fuerza en las comunidades. Nuestros proyectos sociales y culturales se fortalecieron, pues el Estado nos escuchó cada vez más y acogió nuestras iniciativas, esfuerzos y redes.
Frente a la violencia que no para, muchos nos escapamos de los brazos de la muerte para pintar la ciudad, empuñamos instrumentos, lápices y esculturas, en lugar de armas.